La ciudad de Bucarest me resultó sorprendente. Las críticas suelen ser duras e íbamos con pocas expectativas, incluso sopesando el ver los alrededores antes que la propia ciudad. Pero nos quedamos y no defraudó.
Bucarest es una ciudad con muchos edificios históricos, múltiples parques y calles con mucho encanto. Lo más famoso de la ciudad es el edificio del Parlamento, el cual es el más grande del mundo. Pero yo creo que hay que valorarla como un conjunto y no como partes individuales.
Por la noche nos fuimos a la estación de trenes, algo oscura y turbia y donde parecían cocerse varios robos (hasta vimos uno en directo con final feliz, el ladrón llorando con la nariz rota), por lo que no parece recomendable quedarse a pasar la noche.
A las 23:12 salía el tren a Sofia, los números de los asientos no tenían ningún sentido y cada uno se metía donde podía. Este tren iba por compartimentos de 6 asientos, estilo Harry Potter. Nos agenciamos uno para los cuatro y fuimos cómodos, aunque ni la luz ni la ventana funcionaban a priori. Por ser la primera noche no pegué mucho ojo, ya que había leido todo tipo de historias de robos mientras dormías. Pero a lo largo del viaje me fui dando cuenta de que con cuidado, puedes dormir decentemente.
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