Pagar 10 € por una cama en el tren de Sofia a Estambul es una gran manera de perjudicar tu presupuesto en vano. Si crees que vas a dormir... te equivocas.
Desde la 1 de la mañana entran continuamente revisores pidiendo el pasaporte, el billete, el pasaporte, el billete, el pasaporte, el pasaporte, el pasaporte... y no de la forma más amigable posible. Tanto que la expresión "PASSPORT!!!!!!! PASSPORT!!!!!!!!!!!!!" se hizo costumbre en el viaje. Y cuando crees que ha terminado la pesadilla, el tren se para en la frontera, te hacen bajarte a las 4 de la mañana, comprar el visado turco (15€) y pasar tu mochila por unos rayos láser que no vigila nadie. Totalmente aleatorio. La imagen de los mochileros que íbamos en el tren, haciendo cola en pijama para conseguir su visado cada cual con más cara de sueño es algo que se te queda grabado. Y cuidado con quedarse dormido como les pasó a los del compartimento de al lado, a los que despertaron a golpes (en la puerta), estos búlgaro-turcos son capaces de tirarte por la ventana.
Tras continuar la noche al ritmo de los PASSPORT y TICKET, llegó un punto en el que las vías de tren están en obras, por lo que hay que hacer las 2 horas que quedan hasta Estambul a bus (de nuevo te acuerdas de la búlgara que te coló la cama por 10€...).
Nada más llegar a Estambul, como tantos otros, compramos el billete de vuelta a Sofía... y de nuevo nos tocó coger el compartimento de camas.
Aprovechando que era muy temprano, hicimos el check-in en el segundo hostal del viaje, donde también compramos el billete de bus que nos llevaría a Capadoccia al día siguiente (25€).
Por hablar de algo bueno al fin, Estambul es una ciudad espectacular. A mi juicio, la que merece gastar más días del viaje. Además, tuvimos la suerte de ir en periodo de Ramadán, disfrutando de su forma de vivir esta costumbre histórica.
Estambul está para perderse andando. A pesar de que pillamos un bajón turístico por las revueltas de verano, las calles estaban llenas de gente, por lo que en otro momento puede llegar a ser (aún) más agobiante, a lo cual no ayudan los vendedores que te acosan para que les compres algo, soltando su repertorio de palabras en español si hace falta.
Tras ver las majestuosas mezquitas, el momento cumbre llegó al ponerse el sol. La plaza de la Blue Mosque estaba abarrotada de gente esperando a que esta diera la orden para empezar por fin a comer. Vale la pena unirse a su fiesta y tener el detalle de no empezar a comer antes delante de ellos.
Y tras dos días de insoportables noches en tren, tocaba disfrutar de una cama en condiciones.
Cuaderno de Bitácora de mi viaje por el Sudeste Europeo e información acerca del Balkan Flexipass.
Visitas
lunes, 31 de marzo de 2014
Día 3. Escala en Sofía.
Tras una interminable noche y un interminable día en tren (unas 12 horas), llegamos a Sofia. Puesto que en el tren no te avisan y te tienes que imaginar tú que en el cartel en cirilico pone Sofia, te queda el recurso de preguntar a los poco agradables ciudadanos búlgaros.
Es importante saber, si no quieres llevarte un disgusto, que los bulgaros van al contrario del mundo en cuanto a afirmar o negar con la cabeza. Es decir, moverla a los lados significa 'sí' y de arriba a abajo 'no'. Así que cuando pregunté que si estábamos en Sofía y me dijeron que no en la cabeza me volví a mi compartimento a seguir esperando. Por suerte se dio cuenta del malentendido y nos aclaró en búlgaro que sí, que era Sofía.
Solo contábamos con 5 horas en la ciudad, ya que esa misma tarde cogíamos otro tren hacia Estambul. Así que lo primero era ir comprar los billetes.
La estación de Sofía no destaca por su amabilidad, su señalización... búscate la vida. Claro, que siempre puedes dejarte ayudar por unos señores que a cambio de hacer un paripé de ayudarte de piden una buena propina... lo mejor es no mirar a los ojos a ningún desconocido.
Una vez consigues encontrar las taquillas de billetes internacionales te topas con la alegría de la huerta búlgara. Sus funcionarias. Y es que no hay un trabajo más global. Una vez una mujer consigue un puesto detrás de una ventanilla desarrolla un odio irracional hacia el mundo y su objetivo en la vida se basa en hacérsela imposible a los demás.
Nos obligaron a coger un compartimento-cama por unos 10€, lo cual luego nos vino bastante bien. Una vez conseguidos los billetes fuimos a dar una vuelta a la ciudad, que a simple vista no pareció gran cosa... sus edificios religiosos son los únicos que llaman la atención, lo cual no fue muy esperanzador sabiendo que teníamos que volver en unos días.
Una vez de vuelta en la estación, nuevo encontronazo con las funcionarias al ver que sí había zona de asientos y sentirnos timados con la obligación de coger cama. Aunque según ellos, los asientos son solo para los búlgaros (ya que se lo crea quien quiera...).
Por último, no olvidéis visitar los baños de la estación (previo pago).
A las 18.30 partimos hacia Estambul...
Es importante saber, si no quieres llevarte un disgusto, que los bulgaros van al contrario del mundo en cuanto a afirmar o negar con la cabeza. Es decir, moverla a los lados significa 'sí' y de arriba a abajo 'no'. Así que cuando pregunté que si estábamos en Sofía y me dijeron que no en la cabeza me volví a mi compartimento a seguir esperando. Por suerte se dio cuenta del malentendido y nos aclaró en búlgaro que sí, que era Sofía.
Solo contábamos con 5 horas en la ciudad, ya que esa misma tarde cogíamos otro tren hacia Estambul. Así que lo primero era ir comprar los billetes.
La estación de Sofía no destaca por su amabilidad, su señalización... búscate la vida. Claro, que siempre puedes dejarte ayudar por unos señores que a cambio de hacer un paripé de ayudarte de piden una buena propina... lo mejor es no mirar a los ojos a ningún desconocido.
Una vez consigues encontrar las taquillas de billetes internacionales te topas con la alegría de la huerta búlgara. Sus funcionarias. Y es que no hay un trabajo más global. Una vez una mujer consigue un puesto detrás de una ventanilla desarrolla un odio irracional hacia el mundo y su objetivo en la vida se basa en hacérsela imposible a los demás.
Nos obligaron a coger un compartimento-cama por unos 10€, lo cual luego nos vino bastante bien. Una vez conseguidos los billetes fuimos a dar una vuelta a la ciudad, que a simple vista no pareció gran cosa... sus edificios religiosos son los únicos que llaman la atención, lo cual no fue muy esperanzador sabiendo que teníamos que volver en unos días.
Una vez de vuelta en la estación, nuevo encontronazo con las funcionarias al ver que sí había zona de asientos y sentirnos timados con la obligación de coger cama. Aunque según ellos, los asientos son solo para los búlgaros (ya que se lo crea quien quiera...).
Por último, no olvidéis visitar los baños de la estación (previo pago).
A las 18.30 partimos hacia Estambul...
Suscribirse a:
Entradas (Atom)