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lunes, 31 de marzo de 2014

Día 4. Llegada a Estambul

Pagar 10 € por una cama en el tren de Sofia a Estambul es una gran manera de perjudicar tu presupuesto en vano. Si crees que vas a dormir... te equivocas.

Desde la 1 de la mañana entran continuamente revisores pidiendo el pasaporte, el billete, el pasaporte, el billete, el pasaporte, el pasaporte, el pasaporte... y no de la forma más amigable posible. Tanto que la expresión "PASSPORT!!!!!!! PASSPORT!!!!!!!!!!!!!" se hizo costumbre en el viaje. Y cuando crees que ha terminado la pesadilla, el tren se para en la frontera, te hacen bajarte a las 4 de la mañana, comprar el visado turco (15€) y pasar tu mochila por unos rayos láser que no vigila nadie. Totalmente aleatorio. La imagen de los mochileros que íbamos en el tren, haciendo cola en pijama para conseguir su visado cada cual con más cara de sueño es algo que se te queda grabado. Y cuidado con quedarse dormido como les pasó a los del compartimento de al lado, a los que despertaron a golpes (en la puerta), estos búlgaro-turcos son capaces de tirarte por la ventana.

Tras continuar la noche al ritmo de los PASSPORT y TICKET, llegó un punto en el que las vías de tren están en obras, por lo que hay que hacer las 2 horas que quedan hasta Estambul a bus (de nuevo te acuerdas de la búlgara que te coló la cama por 10€...).

Nada más llegar a Estambul, como tantos otros, compramos el billete de vuelta a Sofía... y de nuevo nos tocó coger el compartimento de camas.

Aprovechando que era muy temprano, hicimos el check-in en el segundo hostal del viaje, donde también compramos el billete de bus que nos llevaría a Capadoccia al día siguiente (25€).

Por hablar de algo bueno al fin, Estambul es una ciudad espectacular. A mi juicio, la que merece gastar más días del viaje. Además, tuvimos la suerte de ir en periodo de Ramadán, disfrutando de su forma de vivir esta costumbre histórica.

Estambul está para perderse andando. A pesar de que pillamos un bajón turístico por las revueltas de verano, las calles estaban llenas de gente, por lo que en otro momento puede llegar a ser (aún) más agobiante, a lo cual no ayudan los vendedores que te acosan para que les compres algo, soltando su repertorio de palabras en español si hace falta.

Tras ver las majestuosas mezquitas, el momento cumbre llegó al ponerse el sol. La plaza de la Blue Mosque estaba abarrotada de gente esperando a que esta diera la orden para empezar por fin a comer. Vale la pena unirse a su fiesta y tener el detalle de no empezar a comer antes delante de ellos.






Y tras dos días de insoportables noches en tren, tocaba disfrutar de una cama en condiciones.


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