El plan del día era montar en el ferry que te lleva por el Bósforo, el estrecho que separa Asia y Europa. La verdad es que suena mejor de los que luego es, ya que no ves gran cosa, pero creo que por 4€ vale la pena decir que has estado en dos continentes a la vez.
Y por último, para irnos con un gran sabor de boca de Turquía, disfrutamos ampliamente de su simpatía y caridad. Nos unimos de nuevo a la celebración del ramadán que ocurre cada tarde en la puesta de sol, mejor preparados que la primera vez con nuestros sandwiches y bebidas, esperando el momento para cenar con el resto de la ciudad. Antes de que la mezquita diera la señal de que se podía comer, a la vez que veías ponerse el sol, un grupo de turcas nos ofrecieron parte de la comida que habían preparado para el momento, para posteriormente despedirnos con gran alegría cuando nos íbamos.
Posiblemente la mejor comida de todo el viaje.
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